Nuestros mayores “enemigos”: Nuestros mejores Maestros

“¡Me saca de mis casillas!” … ¿te suena? Muchos de nosotros nos hemos encontrado, y no pocas veces, con alguien que nos perturba, nos altera y con el que nos resulta muy complicado mantener la calma. Lo que probablemente no sabemos es que esas personas son nuestros grandes maestros…
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Muchos de nosotros nos habremos encontrado en algún momento de nuestra vida con personas que nos “sacaban de nuestras casillas”. No en una ocasión puntual, sino de manera permanente. Alguien que te perturba, que te altera y con quien te puede resultar difícil, en un momento dado, mantener tu equilibrio. Lo que probablemente no sabemos es que esas personas son nuestros grandes maestros…

Los seres humanos somos seres sociables. Es decir, una gran parte de nuestra vida la dedicamos a los demás, directa o indirectamente. De ahí que el tener relaciones sanas y positivas con los que nos rodean sea uno de los pilares fundamentales de nuestra vida.

Generalmente, cuando comienzas a investigar sobre ti mismo, cuando comienzas a darte cuenta de que puedes aprender de todo aquello que te sucede, comienzas a vivir en un estado permanente de paz. Puede que no siempre estés sonriendo, puede que de vez en cuando te enfades o sientas miedo, pero, aunque la sonrisa externa no sea imperturbable, la interna sí lo es. En ese momento, tus relaciones con los demás mejoran de manera exponencial. Parece que esa sonrisa la compartes con quien te rodea y los conflictos comienzan a ser cada vez menos, y menos importantes.

Una de las formas más potentes que hay de llegar a ese punto de bienestar, de autoconocimiento, es tomando consciencia a través de nuestros maestros.

¿Quiénes son esos maestros?

Son personas, generalmente cercanas, que nos impactan profundamente. Algunos iluminan nuestras virtudes: la compasión, el amor, la gratitud… Pero otros, sin embargo, iluminan nuestras sombras…
La irritabilidad irrumpe la armonía y comenzamos a reaccionar en lugar de responder.

¿Por qué llamamos “maestros” a quienes nos alteran?

Precisamente por eso, porque iluminan nuestras sombras. A través de ellos podemos hacer conscientes muchas “cualidades negativas”, aquellas que nos limitan y boicotean, que antes se encontraban ahí, escondidas. Y mientras se queden escondidas, mientras permanezcan siendo inconscientes, seguirán siendo sombras.

La vida nos pone delante a personas que nos ayudan a evolucionar. Todo crucigrama tiene detrás la solución, y toda persona regala un aprendizaje, una pequeña llave que abre nuestros ojos y nos ayuda a darnos cuenta de quiénes somos.

¿Cómo nos enseñan?

Haciéndonos de espejo. Al vernos reflejadas en ellas, nos hacen tomar consciencia. Por ejemplo, si Fulanito no soporta el comportamiento de Menganita quizá debería plantearse lo siguiente: “¿Qué hace Menganita que me molesta tanto?”. Y, lo más complicado: “¿Qué veo en Menganita que también veo en mí y estoy rechazando?” “¿Cuál es mi sombra?”. Es complicado porque, generalmente, la mente se excusa pensando que, en verdad, no lo soporta porque es la otra persona quien está equivocada, pero no es así. Cuando preguntamos a nuestro guía interior, el que todos tenemos, a un nivel profundo, encontraremos la respuesta y, con él, la solución. Llegará un momento en que a Fulanita ya no le moleste el comportamiento de Menganita. Y no será porque Menganita haya cambiado su forma de actuar, en absoluto: ha convertido a su “enemiga” en aliada porque, en realidad, cuando no existe sombra, tampoco existe perturbación.

Cuidado: eso no significa que te tenga que “gustar” cualquier cosa. No significa que, en un momento dado, no te pueda molestar una mentira o un insulto. Tampoco significa que no te duelan algunas cosas, o que prefieras tomar distancia con las personas que no te aportan, que no te ayudan a crecer como persona. Pero las situaciones las afrontarás desde otro estado: desde el equilibrio y no desde la irritabilidad.

Y, ¿cómo lo hago?

¿Cuál es la mejor forma de ver? Observando. Cuando observas, cuando prestas atención y cuando estás abierto a la respuesta que llegue. Libre de juicios, de excusas, de rencor y, en definitiva, de cualquier limitación mental. Si no limpias las gafas, no podrás ver con claridad, claridad mental.

Esto es lo más importante de todo. Muchas veces, la mente nos pone infinitas excusas y justificaciones. Porque a la mente no le gustan los cambios, ni tampoco que se la cuestione.
Observa. Los maestros nos rodean. ¿Dispuestos a aprender lo que nos quieren enseñar?

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