El otro día me encontré con Flor, una compañera de pintura que hacía tiempo que no veía, pues este año no se había apuntado a las clases. Me comentó, con patente nerviosismo, que su vida distaba mucho de ser perfecta. Su madre, que acababa de cumplir los noventa, estaba aquejada de un fuerte dolor de espalda que la impedía moverse de la cama. Este tema lo llevaba fatal pues le daba mucha pena no poder ayudarla en esta situación. Además, me comentaba, se le complicaban las jornadas pues ésta era una época fuerte de trabajo y estaba atendiendo, sin ayuda, la tienda familiar de objetos de regalo. Sus hijos, aunque mayores, tenían sus responsabilidades, les veía poco y no podía contar con ellos para que la echasen una mano.
Su frase al despedirnos fue: "No, amiga, mi vida no es perfecta"
Al quedarme sola me di cuenta de que, en general, ésta suele ser la sensación habitual. Y me pregunté... ¿Cuál sería una vida perfecta? Cada uno tenemos unas expectativas diferentes de este concepto e incluso, según el momento de la vida, los deseos de las personas van variando, llegando incluso a ser diferentes y, posiblemente, ahí está la confusión.
Nos plantean, desde la infancia, que tenemos que ser perfectos, que hay que obtener tal o cual cosa para ser feliz, que es fundamental hacerlo todo bien para lograr el éxito porque, en la sociedad, está mal visto confundirse. ¡Y yo me niego a secundarlo, a seguir transmitiendo esto a mis hijos o alumnos!
Considero que la vida es un camino de aprendizaje, en el que pocas veces se enseña lo que luego se reclama. Por ejemplo, en la universidad dista mucho lo que se instruye con las necesidades del mundo laboral. Lo mismo pasa cuando apruebas el carnet de conducir... En la academia te enseñan a manejar un coche, aunque solamente puedes convertirte en un experto conductor a base de la práctica, la paciencia y la continuidad. También ocurre cuando somos padres por primera vez... Muchas veces no sabemos qué es lo que tenemos que hacer ya que los niños no vienen con un libro de instrucciones. E incluso, aunque así fuera, lo que te sirve en una etapa de su crecimiento, no es útil para otro momento.
Sí, la vida es imperfecta si la comparamos con expectativas generales o personales. Lo indicado podría ser experimentar con curiosidad, sabiendo que el tan temido "fracaso" no es otra cosa que un gran aprendizaje para volver a empezar con más recursos, siendo benévolos con nosotros mismos, tanto cuando acertamos como cuando tenemos que seguir intentándolo una y otra vez.
En realidad la vida es "perfecta" en sí misma, perfecta porque estamos vivos y nos da oportunidades de decidir cómo vivirla, y muchas veces somos nosotros los que nos ponemos parapetos, queriendo que sea diferente a lo que sucede de forma natural y sufriendo porque no se cumplen nuestras expectativas.
Yo quiero brindar por ella. Por la vida perfecta que nos hace levantarnos cada mañana para comenzar de nuevo.
Y tú... ¿Brindas porque las vidas imperfectas no existen?
Por Paloma García Riera y Mijares
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Paloma García Riera y Mijares. Pedagoga. Coach de equipos y liderazgo sistémico. Mediadora en Comunicación No Violenta. Dilatada experiencia en Formación y Docencia. Coautora de la herramienta "El Árbol Mágico" o cómo alcanzar objetivos con la ayuda de tu Niño Interior. Apasionada de la capacidad de felicidad del ser humano y del potencial de las personas.