Me encanta la Navidad. Para mí es un estado de ánimo que se traduce en luces de colores, en alegría, en búsqueda de presentes para complacer a la gente que quiero, en reuniones familiares y de amigos en los que siento el calor de hogar mezclado con el del alma.
Realmente, procuro extraer lo esencial que aparece entremezclado con las prisas de las compras, con el barullo en las calles de mi querida ciudad, con las ausencias… Pretendiendo desempolvar lo permanente… Buscando más allá de esas situaciones incómodas.
Al final consigo priorizar y poner el foco en la ilusión de lo importante… en los ojos de los niños, en sus miradas de asombro, en esa bendita inocencia que transmiten, que implica la sabiduría de la intuición, en esa alegría desbordante…
Entonces todo tiene sentido y me doy cuenta de que, para poder comer el turrón que tanto me gusta o averiguar el regalo que me han hecho, es necesario abrir el paquete pues si no es imposible degustarlo o apreciarlo.
El regalo no es el envoltorio, ni siquiera lo que hay dentro del paquete… No.
El regalo es la unión, cuando uno más uno suma más que dos.
Sí, la magia de la Navidad está en la actitud de compartir, de ser, de amar…
Y tú ¿cómo vives la Navidad?
