Mis conversaciones conmigo 55. Mala suerte, buena suerte ¿Quién sabe?

Descubre a través del relato de Paloma la importancia de confiar en la vida aceptando lo que Es en cada momento.
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El otro día recuperé un cuento que había escuchado a Anthony de Mello y a Alex Rovira en diferentes momentos de mi vida y paso a relatarlo.

Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus vecinos le consideraban afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo. Un día el caballo se escapó a las montañas. Al enterarse los vecinos acudieron a consolar al granjero por su pérdida. «Qué mala suerte», le decían. El campesino les respondía: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”.

Unos días más tarde el caballo regresó trayendo consigo varios caballos salvajes. Los vecinos fueron a casa del granjero, esta vez a felicitarle por su buena suerte: “buena suerte, mala suerte, quién sabe”, contestó el granjero.

El hijo del granjero intentó domar a uno de los caballos salvajes, pero se cayó y se rompió una pierna. Otra vez, los vecinos se lamentaban de la mala suerte del ranchero y otra vez el anciano les declaró: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”.

Días más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Los aldeanos, ¡cómo no!, comentaban la buena suerte en esta ocasión y ¡cómo no!, él les expresó: “buena suerte, mala suerte, ¿Quién sabe?”.

No me acuerdo si el cuento acababa aquí o seguía en la misma línea con otras situaciones de la vida del granjero. La enseñanza del relato consiste en la actitud del protagonista que, simplemente, aceptaba las cosas de la vida como venían, confiando en que era lo mejor que le podría suceder.

El talante cambiará en función de cómo sea nuestro pensamiento ante un mismo acontecimiento. La confianza de que lo que ocurra va a ser lo mejor para nosotros, aunque no cumpla nuestras expectativas actuales, nos dará una perspectiva más amplia.

La confianza no tiene que ver en el resultado, sino con ser conscientes de que, realmente, no sabemos lo que queremos. La verdad es que únicamente vemos nuestra realidad de forma parcelada, como si la observáramos a través de un pequeño agujerito sin percatarnos de toda la plenitud del contexto.

Una opción que puede ayudarnos es descubrir una misma situación desde diferentes puntos de vista, pues nos permite darnos cuenta de otras formas de pensar y poder cambiar el objetivo… Por ejemplo, ante una discusión, ponerte en tu misma posición es fácil y, al mismo tiempo, si eres capaz de verlo desde la percepción del otro tendrás mucha más información y entenderás muchas cosas. Además, si haces el esfuerzo de ver con distancia a los dos implicados, como observador, te aseguro que tu percepción cambiará y mejorará la relación.

Observar, sin juzgar, una situación desagradable, nos llevará a entender que nuestras relaciones están basadas en una gran cantidad de creencias respecto al otro que, probablemente, nos resuenan por ser semejantes a las que no tenemos resueltas con nosotros mismos…

Y tú ¿quieres dar una vuelta a esto conmigo?

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