Una fórmula sencilla para conseguir cosas

¿No consigues ver los cambios sustanciales que deseas? ¿Sientes frustración por no conseguir lo que te propones? ¿Has renunciado a tus deseos porque no sabes cómo conseguirlos o porque te cuestan demasiado esfuerzo? Si has respondido que sí a alguna de estas preguntas, este artículo puede darte una pequeña pista…
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Para empezar, descartamos cualquier maldición por haber tirado la sal o no reenviar mensajes de texto. También podemos descartar que somos “gafes” o que la vida confabula en nuestra contra. Si nos quedásemos aquí, no habría nada que hacer, y si sigues leyendo es que crees que puedes hacer algo.

Seguramente estés esperando un método de 184 pasos para alcanzar tus objetivos, o un manual detallado paso a paso con los últimos hallazgos accesibles sólo a una pequeña élite inteligente. Nada más lejos de la realidad.

De hecho, los grandes hallazgos se han deducido de fórmulas sencillas.

E = mc2

Este artículo no va a aportarte una fórmula compleja. No tendría sentido buscar una vida “fácil”, a través métodos complicados.

En este sentido, los seres humanos somos los únicos seres racionales del planeta y, paradójicamente, los más irracionales. Nos creemos muy inteligentes y, sin embargo, tendemos a optar por el camino difícil. No es de extrañar que nos encontremos completamente perdidos a la hora de cambiar las cosas y de crear otras nuevas.

La mente nos hace creer que para llegar al punto B, es mejor (más “racional”) idear una estrategia elaborada que pase por A, para posteriormente coger la ruta que para por C, dar un “garbeo” por D, acariciar el punto E, y catapultarnos eficientemente a B. Un razonamiento perfectamente lógico, y también de lo más absurdo.

Lo enrevesado se camufla de sentido común. Lo sencillo se tacha de ineficaz. Si no es lo suficientemente complicado, es que no es lo suficientemente inteligente.

Ha llegado un punto en el que, paradójicamente y contra toda lógica, apreciar la sencillez se ha convertido en una operación casi imposible para muchos.

¿Cómo no vamos a sentirnos frustrados o abatidos? Probablemente tengamos la solución delante de las narices, pero sería “demasiado bonito para ser verdad”.

¿Quieres cambiar las cosas? ¿Quieres conseguir tus deseos en el plano de la causa-efecto? Pues ahí va una respuesta sencilla a un “problema” aparentemente complicado… Toma decisiones coherentes con tus fines.

Seguramente ahora estés pensando: “Sí, claro, eso es de sentido común… Pero es que esto no es tan sencillo”. Bien, observa. Observa cómo tu mente trata de complicarte la existencia.

Si realmente siguiésemos este consejo al pie de la letra, no renunciaríamos a nuestros deseos por conformismo.

Cuando hablamos de “deseos”, nos referimos a deseos profundos, no a metas concretas y tangibles. Paz, armonía, estabilidad, amor… Son algunos ejemplos de deseos profundos.

 

Exploremos lo que sucede habitualmente:

1. No sabemos muy bien lo que queremos

¿Realmente te has parado a pensarlo? Buscamos incesantemente algo, pero no sabemos el qué. Sólo tenemos claro lo que no queremos, y eso no hace sino llevar nuestra atención hacia ello una y otra vez

2. Cuando lo sabemos, no prestamos atención a nuestras decisiones.

Esto es lo que nos lleva a optar por el camino complicado. No actuamos con coherencia. Si lo que quieres y las decisiones que tomas no están en consonancia, resultaría de locos creer que puedes alcanzar tus metas sin demasiado esfuerzo.

Un ejemplo sería el de las personas que, cuando se sienten solas, tienden a aislarse encerrándose en casa. O el de aquel que desea estabilidad y se embarca en un nuevo proyecto con la empresa. Hay quien dice querer paz, y se pasa la vida discutiendo e intentando imponer su “razón”.

3. La inercia nos impide cambiar el rumbo

El pensamiento desenfrenado e inconsciente nos lleva a tomar decisiones desenfrenadas e inconscientes. Esa inercia de pensamiento es la que perpetúa el bucle. No podremos crear cosas nuevas con un pensamiento viejo. No podremos tener claridad mental, si antes no vaciamos la mente de experiencias pasadas limitantes.

¿Cómo aprender a tomar decisiones coherentes con nuestros objetivos?

1. Indagar en nuestros deseos

Dedica un rato a la reflexión profunda y sincera: ¿qué quiero realmente en mi vida? ¿Qué anhela mi corazón? Si el ir descubriendo lo que quieres sobre la marcha no te ha servido, indaga en ello antes de emprender el rumbo. Y permítete descubrir caminos que quizá aún no hayas explorado.

2. Estar aquí y ahora, cuando toca…

Y, ¿cuándo toca? Siempre, porque las decisiones se toman en el ahora, y sus consecuencias se viven en el ahora. En definitiva, la vida transcurre en el Ahora. Así que, en lo que decidas estar, estate.

3. Stop & Go.

Limpiar para poder ver. Vaciar para poder llenar. La mejor herramienta que conozco para frenar la inercia de pensamiento es la meditación y el mindfulness. El “mono loco” que todos tenemos en la cabeza nos evade de lo que verdaderamente importa, en busca de algo que podría ser importante en un futuro. Es el mismo que te llevará por el camino complicado, y el que luego se quejará de los resultados.

Entrena tu mente para estar en el Ahora, y permítete experimentar una nueva forma de vivir, de acuerdo con tus propósitos y sin sacrificios inútiles.

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