El otro día estuve cenando con una amiga y empezamos a hablar sobre las relaciones de pareja.
Llegamos a la conclusión de que tienen mucho que ver con las matemáticas porque algunas relaciones suman, otras restan, pocas multiplican y la mayor parte divide.
Las parejas, además, pasan por diferentes épocas. Cuando se conocen y empieza la relación, todo multiplica. Después surge la convivencia… puede seguir sumando o restando, depende… Más tarde, con la llegada de los hijos, en general suele dividir o, al menos, restar ya que las aportaciones nunca son equilibradas. En general, siempre hay una parte que aporta más mientras que la otra intenta pasar de puntillas por esa época dura.
Según van creciendo, hay unos años de mayor tranquilidad, aunque con falta de tiempo en función del número de hijos, donde la vida familiar parece estabilizarse.
Los hijos siguen creciendo por lo que se multiplican los problemas con la adolescencia y la pareja puede volver otra vez a dividirse por la disparidad de criterios.
Al final, llegamos a la conclusión de que en las mieles multiplica mientras que, en las hieles, divide…
Al inicio de la unión, las expectativas que cada uno tenemos es que nuestra pareja estará en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, todos los días. Pero esto no siempre se cumple pues las personas tienen diferentes valores, vienen de diferentes familias, han tenido experiencias de vida diferentes… y esto provoca que no siempre se adquiera el mismo nivel de compromiso.
Y, justamente, es el grado del compromiso adquirido lo que hace que las parejas sean como las matemáticas: suman, restan, multiplican o dividen… incluso con alguna raíz cuadrada en medio por resolver…
Y en tu caso, ¿cuál es la operación más habitual en tu relación?