Érase una vez…

Así empiezan la mayor parte de las historias. Las que nos contamos a nosotros mismos, también. ¡Deja de contarte historias y empieza a vivir!
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Así es como comienzan la mayoría de los cuentos e historias que conocemos. Y las historias de nuestra vida, también, ¡y tenemos un amplísimo repertorio!: nos contamos historias sobre cómo somos nosotros mismos, sobre las personas que conocemos estrechamente, las que no conocemos tanto, las que no conocemos en absoluto, las situaciones que vivimos, la “realidad del mundo”, las emociones y sentimientos que tenemos y las que no tenemos … ¡Nos contamos historias sobre absolutamente todo lo que nos pasa!

El ser humano conoce el mundo por las experiencias que tiene cuando interactúa con él; por lo que vemos, por las emociones que nos produce, por las sensaciones que tenemos y por lo que pensamos sobre ello. Sin embargo, nuestra inercia, alimentada por una falta de atención constante, hace que la interpretación de esas experiencias esté cargada de una gran cantidad de ficción, grandes dosis de melodrama, sufrimiento y de constantes incoherencias en el relato…

Esta forma de interpretar nuestras experiencias provoca, no sólo que no seamos capaces de percibir las cosas como realmente son, sino que también hace que nos perdamos la inmensa mayoría de acontecimientos que suceden simultáneamente mientras que nos contamos nuestra historia precisamente por estar enfrascados en ella. Y todo eso que sigue sucediendo mientras estamos en plena representación es, precisamente, la VIDA.

¿Por qué esta distorsión?

Sencillamente porque dejamos que nuestra mente se encargue de procesar e interpretar toda esa información que le llega sin supervisión ninguna.

Nuestra mente no observada dota del contenido a esas experiencias. Contenidos que en su mayoría son juicios, suposiciones, ideas, creencias…que distorsionan lo que realmente es, pero con los que nos sentimos profundamente identificados. Identificación que nace de no pararnos a observar para tomar distancia, ver con claridad y decidir si lo que nos estamos contando es realmente así.

El ejemplo más claro lo tienes en tu día a día. ¿Cuántas veces sobre un mismo hecho encontramos multitud de relatos e interpretaciones? Cada una de las personas intervinientes, y las que no intervinieron, pero a las que se lo contaron, tendrá una versión de esta historia en función de cómo su mente lo haya interpretado.

Por este motivo, pararnos para observar cómo funciona nuestra mente no sólo nos permitirá adoptar una perspectiva más sana y realista sobre nuestras experiencias, sino que también nos ayudará a poder disfrutar plenamente de todo aquello que sigue sucediendo mientras tanto y que enriquece nuestra experiencia de vida. ¿Quieres saber cómo transformar este enfoque distorsionado?

Entrenando nuestra mente

A través de la práctica diaria de la Meditación y el Mindfulness, descubrirás cómo podemos entrenar nuestra mente para conseguir esa distancia y óptica adecuadas.

Comprobarás que puedes tomar las riendas de esa mente frenética e instaurar en ella tranquilidad, calma y serenidad. Comprobarás, por ti mismo, que tú no eres tus experiencias. Que éstas son situaciones que te pasan a ti, que se presentan, las vives y se van, pero que Tú, ese observador que ha tomado los mandos permanece siempre decidiendo qué se cree y qué no. Decidiendo cómo quiere responder ante ellas en lugar de reaccionar como un resorte. Eliminando los dramas y el sufrimiento de la historia para, sencillamente, vivirlas de una manera objetiva y saludable.

Y lo único que necesitas es el compromiso de querer hacerlo y la voluntad de ponerlo en práctica. Te aseguro que descubrirás una forma distinta y enriquecedora de relacionarte con todas esas experiencias de vida y, sobre todo, descubrirás cómo ES ese maravilloso observador que está detrás de todo ello y que todavía es un gran desconocido;)

¿Quieres dejar de vivir una historia para vivir TU VIDA?

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