Desde la pandemia suelo comenzar el veraneo yendo unos días a un balneario para reconectarme conmigo misma. Es una sana costumbre que espero poder hacerla durante mucho tiempo.
Uno de los días, en la mesa que estaba al lado mío en el restaurante, se presentó un matrimonio que rondarían los 50 años.
Empezamos a hablar y me comentaron que habían venido a ver si solucionaban algunos problemas en la pareja, pues él era un empresario que no paraba de trabajar los siete días de la semana, con una jornada muy larga, y ella viajaba mucho. Prácticamente no se veían y se echaban las culpas el uno al otro de los inconvenientes que les iban surgiendo en la relación.
Sin saber cómo, me encontré hablando con ellos y empezaron a profundizar mucho en su tema, ya que todo lo que comentábamos les parecía interesante… ¡La experiencia es un grado! Cuando les pregunté cuál era su objetivo, no supieron qué contestar. ¡Nunca se lo habían planteado! Les comenté que tener una meta clara me había ayudado mucho en mi vida matrimonial y al preguntarme cual era el mío, les dije sin dudarlo: “Tener bienestar”
Tener bienestar, o estar bien, para mí significa que, a pesar de lo que ocurra, sepa vivir el presente desde la tranquilidad y desde una perspectiva positiva.
Claro que la mayor fortuna es saber que mi gente, y yo misma, nos encontremos sin problemas graves y sabiendo solventar los avatares de la vida, con serenidad y aceptación.
Se miraron a los ojos y me preguntaron si podían copiarme el objetivo, hasta que dieran con el suyo propio.
Brindamos con un guiño y nos despedimos hasta más ver. Se fueron cogidos de la mano.
Yo me quedé un momento disfrutando del último sorbo de vino, en mi soledad elegida, agradeciendo a la vida mis circunstancias actuales.
Y tú ¿tienes un objetivo claro?