Esta mañana estuve hablando con un amigo sobre otro que está pasando por un mal momento.
El tema es que ese mal momento lleva, al menos, veinte años apareciendo todas las mañanas en su vida. Da igual que las conversaciones mantenidas con él sean sobre los padres, las relaciones, de los hijos, el trabajo, la pareja. Este hombre siempre se fija más en lo negativo, en lo que no ha cumplido sus expectativas de antaño.
Al principio de las tertulias parece que lo ha admitido pues, verbalmente, te comenta que está muy bien, aunque la expresión de sus ojos y la comunicación no verbal de su cuerpo nos indica lo contrario.
Nos dimos cuenta de que aún no lo tiene aceptado, ni siquiera asumido, sino que sólo es resignación. Se ha conformado a que sus padres, sus hijos, su pareja, su trabajo, sus relaciones o sus circunstancias de vida sean de una manera determinada, no elegida por él. Y esto ha llevado a que su “modus vivendi”, sea habitar la queja, escondida o disimulada en buenas palabras, como consecuencia de una falta de aceptación de lo sucedido.
Mi otro amigo y yo comentamos al día siguiente cómo podríamos acompañarle para salir de ahí, llegando a la conclusión que lo primero sería, cómo diría Mafalda: “buscar lo bueno que tiene lo malo” y hacerle ver que no es tarde para cambiar su rumbo y dejar de lamentarse para empezar con la acción, desde el amor…
Nuestro amigo es un ser estupendo y maravilloso que está esclavizado en su propio pasado y la única solución que se nos ocurre es la de crear en el presente actos que le lleven, simplemente, a abrazar con amor cada situación para alcanzar la paz y dejar de culpabilizar a otros o culpabilizarse a él mismo, por lo que podría haber sido y no es.
De este modo, cuándo, dentro de un tiempo, mire hacia atrás se dará cuenta de que ha avanzado y se sentirá en paz por haber empezado a dar pasos para salir del pozo que él mismo se había creado.
Y tú. ¿Tienes alguna idea para comentarle a mi amigo?