Muchas personas creen que no tienen tiempo ni para parar un minuto a respirar conscientemente (literalmente, es lo que nos aseguran cuando proponemos paradas de mindfulness).
No negamos que esto sea cierto: creen que no tienen tiempo. Pero eso no es lo mismo que no tenerlo, en absoluto 😉
El tiempo es objetivamente el mismo para todos. Pero no todo el mundo hace lo mismo en el mismo tiempo. Tampoco todo el mundo vive lo mismo en el mismo tiempo. La percepción del tiempo también varía. A esto se le suele llamar “productividad”.
1.- Productividad vs. Vitalidad
Las personas productivas son aquellas que utilizan hábilmente el tiempo para crear o desarrollar algo que consideran valioso.
Las personas vitales son aquellas que, además, viven plenamente el tiempo como un valor en sí mismo.
Puedes ser una persona productiva, pero no vital, pues sólo utilizas el tiempo, lo que te genera la sensación de “no tener vida”. Puedes crear muchas cosas de valor para ti, pero no disfrutar de ninguna de ellas.
El obstáculo común a la productividad y a la vitalidad es la actividad mental compulsiva e inconsciente. El salto de la productividad a la vitalidad es la Presencia.
La frenética e incontrolable actividad mental a la que estamos acostumbrados es inhumana. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos bombardeados por pensamientos. Incluso durante las horas de sueño, muchas personas afirman estar pensando. Pensamos incluso cuando no es necesario pensar en absoluto. Las tareas cotidianas no frenan esta actividad mental: también pensamos mientras nos duchamos, nos lavamos los dientes y desayunamos.
Por lo general, esos pensamientos en nada tienen que ver con la función que estamos desempeñando. No son pensamientos creativos: son pensamientos rumiativos. Los primeros dan lugar a – y también son resultado de – la inspiración, la gratitud, la conexión y el entusiasmo. Los segundos sólo perpetúan incomodidad, insatisfacción y apatía. Son pensamientos grises. No tienen por qué ser negativos, simplemente no aportan nada, pero nublan los espacios de silencio que sí aportan mucho. Mientras que los pensamientos creativos aportan energía, los pensamientos rumiativos la roban.
No se puede estar cansado y ser productivo. De la misma manera, no se puede producir nada si no hay enfoque.
Al estado de “máxima productividad” se le conoce en psicología como estado de flow.
El estado de flow es aquel en el que el tiempo parece detenerse. Es una especie de “trance” creativo en el que te fusionas completamente con lo que estás haciendo. Es relativamente sencillo alcanzar es estado con actividades creativas (como el baile, la pintura…), pero también es posible con todo tipo de actividades.
De hecho, se puede vivir en estado de flow.
Las personas que viven en este estado son personas vitales. No sólo están vivas, sino que son conscientes de ello a cada instante. Y este reconocimiento les aporta energía y entusiasmo. Esta vitalidad resultante es especialmente necesaria cuando llega el momento en el que, inevitablemente, las cosas no salgan tal y como habíamos previsto.
Al vivir plenamente el tiempo, es decir, al evitar quedarse atrapados en el tiempo psicológico – pasado y futuro – naturalmente también lo gestionan de forma hábil.
Es la creatividad sin límites y la productividad sin esfuerzo.
2.- ¿Cómo descansar de la actividad mental y gozar de vitalidad?
En este punto seguramente te habrás dado de cuenta de que lo segundo no es posible sin lo primero: no se puede gozar de vitalidad, acceder a la vida latente de este momento, con el ruido mental de fondo.
Existen muchas y diversas maneras de entrenar la mente para irla acallando y recuperar la claridad y el poder de usarla conscientemente.
2.1.- La meditación diaria formal
Por una parte, está el entrenamiento diario en meditación. Esta práctica frena progresivamente la inercia mental, y permite disfrutar de más momentos de descanso y quietud. A las personas que llevan mucho tiempo meditando se les hace mucho más accesible el estado de flow, en el que descansan y crean sin esfuerzo durante periodos de tiempo cada vez más extensos a lo largo de la jornada. Además, esta práctica ha demostrado mejorar la memoria y agilizar otras funciones cognitivas, entre otros cientos de beneficios.
2.2.- Una pausa inmediata
Si todavía no te has iniciado en la práctica de la meditación, o te resulta inicialmente demasiado comprometedor regalarte 30 minutos todos los días para ella, tienes una opción que requiere menos tiempo, aunque igualmente será más eficaz y verás mayores resultados cuánto más practiques.
Consiste en hacer una pequeña pausa de un minuto (o más si así lo deseas), para simplemente llevar consciencia a este momento a través de la respiración.
La respiración siempre está ahí, y puedes llevar consciencia a su devenir natural siempre que lo necesites.
Seguramente te des cuenta (sobretodo al principio) de que te resulta casi imposible frenar la actividad mental mientras tratas de enfocar tu atención. ¡Vaya! ¡Eso es lo que sucede el resto del día!
Esto no debe preocuparte. Quizá ahora los espacios sean pequeños, pero eso no los hace menos poderosos. Consigues exactamente la misma energía, accedes a la misma creatividad, en unos segundos de silencio que en 3 horas. Acostumbrados a los dispositivos electrónicos, nos puede resultar difícil de imaginar un sistema que recupere en un instante el 100% de batería, pero así funciona la magia del silencio: es un pack discreto de vitalidad.
El único obstáculo se encuentra en la inercia. Si no practicas regularmente, la mente volverá “a lo suyo” en breve. Cuanto más tiempo de silencio, más tiempo vital y menos derroche en actividad mental desgastante. No obstante, en principio basta con que hagas una pausa cada vez que lo recuerdes. También puedes apoyarte en la tecnología y programar algunas alarmas a lo largo del día.
Este “parpadeo” te ayudará a recobrar la claridad y la energía que necesitas, y te ayudará a ser, no sólo más productivo, sino más vital.