Dejar de preocuparse es posible, y necesario

¿Te has preguntado alguna vez cuál es el origen de tus preocupaciones? ¿Sabes que tienes el poder de revertirlas? Sigue leyendo que te contamos cómo hacerlo
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“Que no se me olvide poner una lavadora cuando llegue a casa que tengo el cesto hasta arriba y si no la pongo yo…Y tengo también que parar en la frutería, que me llevo al trabajo la última manzana. Que últimamente no me da la vida ni para parar a media mañana para tomarme un café y, encima, ¡todo el día con el jefe en el cogote! ¡Y cómo me mira cada vez que hago una pausa! La próxima vez que ocurra le voy a decir todo lo que pienso. Y que no soy la única, que mira al pobre Alberto como le trata. Aunque, según están las cosas, mejor no me meto, me como la manzana en mi sitio y no me arriesgo. Ahora, que podría aplicarse el cuento él, ¡menudo personaje! Siempre pendiente de lo que hacemos los demás, pero él, ¡todo el día en reuniones inútiles de las que solo saca marrones que nos cuela a los demás…! cómo necesito unas vacaciones y perderle de vista… Pensando en las vacaciones, que no se me olvide llamar esta tarde al anuncio que vi anoche de la casa de los pirineos. Tenía una pinta estupenda, ahora, que ya está bien el precio que tiene. Se pensarán que es un palacio. Aunque según están las cosas, no sé si será buena idea, mi madre dice que lo más seguro es que vuelvan a subir los precios de todo…”

¿Te resulta familiar este monólogo?

El ser humano tiene una media de 60.000 pensamientos diarios, el 90% repetidos de días anteriores, inútiles o negativos. Normalmente están relacionados con situaciones ya vividas y que no se pueden cambiar, o con preocupaciones sobre cosas que todavía no han sucedido. Se atribuyen a Winston Churchill estas palabras al final de sus días: “Me pasé toda la vida preocupado por cosas que nunca sucedieron”.

Pero ahí estamos… ¡todo el día con Radio Macuto-Mental encendida!

¿Has pensado en algún momento cómo sería, si no apagarla, al menos poder bajar el volumen? ¡Qué paz! ¿verdad?

Con esto no quiero decir que pensar sea algo malo, que por supuesto no lo es. Pensar es un proceso inherente a la mente que no podemos detener, y que es muy útil si está correctamente enfocado. Lo que a menudo resulta tóxico es la relación que mantenemos con nuestros pensamientos. No somos capaces de verlos como lo que son, un simple hecho mental, sino que creemos a pie juntillas todo su contenido y no lo ponemos en duda. No nos damos cuenta de que los pensamientos son reales, pero no son La Realidad. Y la realidad que parecen mostrarnos, está distorsionada.
Porque ni el pasado es exactamente como recordamos, ni sabemos con certeza lo que ocurrirá en el futuro. Pero, sin embargo, nuestro pensamiento se empeña una y otra vez en trabajar sobre estos dos momentos: pasado y futuro.

La capacidad de actuación que tenemos sobre las situaciones que ya han pasado, y que nuestra mente nos hace revivir constantemente, es completamente nula. De la misma manera, los ensayos o anticipaciones constantes de situaciones futuras tampoco nos dan la posibilidad real de actuar sobre ellas ahora. Con ninguna de ellas podemos hacer, literalmente, nada. Y, sin embargo, son la causa del 99% de nuestro sufrimiento diario. Producen angustia, estrés, ansiedad, miedo, preocupación, malestar físico…

Este estado de preocupación es como un ruido de fondo, y suele estar tan arraigado, que nos parece imposible vivir de otro modo. Sin embargo, existe una manera muy simple de salir de la preocupación, que podemos resumir en dos “pasos”.

1. El primero de ellos es darnos cuenta de la falta de sentido

Si consideras que preocuparte es útil para ti de alguna manera, será muy difícil dejar de hacerlo. Y no es útil en absoluto. Lo único que nos sirve de ayuda es ocuparnos cuando la ocasión se presenta, pero preocuparnos (que no hemos de confundir con planificar de forma consciente) es dar vueltas y vueltas a un asunto que no podemos de ninguna manera resolver en este momento. Es un desperdicio de energía, creatividad y salud.

2. Observar esos pensamientos sin juzgar

¡Así de simple! Aunque, por otro lado, ¡todo un reto!. Un reto que merece la pena ya que tomar consciencia de los pensamientos, decidir si te los crees o no, si son relevantes o no, o si te aportan algo en este momento, transforma tu experiencia de vida.

En esto se basa la meditación y el Mindfulness. Y, especialmente, la meditación sobre los pensamientos que puedes encontrar en nuestro rincón de meditación gratuito y que te animo a practicar las próximas semanas.

Si no observamos la mente, esta irá como pollo sin cabeza de un pensamiento a otro. Tomar consciencia de nuestros pensamientos a través de la práctica de esta meditación te permitirá, no sólo decidir prestar atención a aquellos que te interesen y dejar ir aquellos que te generen sufrimiento y no te aporten nada, sino que también te permitirá dejar de identificarte con esas ideas o creencias que tienes sobre ti mismo, los demás y el mundo en general, para abrir paso a un descubrimiento real sobre cada uno de ellos. Te permitirá habitar el único momento en el que realmente puedes actuar, crear, amar, transformar cualquier situación: el momento presente.

“La vida es aquello que sucede mientras tú te empeñas en hacer otros planes”

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