GRANDES VIVENCIAS DE PEQUEÑAS HISTORIAS I. «Un cuento para cerrar el cuento»

Descubre a través de este precioso microcuento, el apasionante viaje de Carlos en busca del sentido de la vida. ¿Te resuena por dentro?
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Carlos decidió un día que ya no podía más. El día de su cumpleaños reflexionó y se dio cuenta de que su vida había perdido el sentido. Estaba hastiado, agotado, insatisfecho… Nada le hacía sentirse completamente lleno, pese a tener una vida aparentemente “envidiable”.
Recordaba cuando, de joven, tenía muchos sueños y ambiciones. “Ay amigo… Aún no sabías lo cruda que puede ser la vida”, le repetía a su recuerdo.

– ¿Cómo he llegado hasta aquí? – se preguntaba – ¿Por qué nada me parece suficiente? – se culpaba.

Pasó tiempo hasta que decidió cambiar de vida. Se separó, dejó su trabajo confiando en aguantar con algunos ahorros y, en un arrebato de locura, emprendió un viaje a la India en busca de la felicidad. Siempre había tenido cierta curiosidad por esta tierra y, llegados a ese punto, nada le impedía disfrutar de una temporada de exploración. ¿Cuántos no han pensado en hacer algo así?
Una vez allí, visitó un monasterio en busca de orientación. ¿Qué debía hacer ahora?

El gran maestro, acostumbrado a visitantes, le concedió unos minutos en una de las salas más majestuosas del monasterio.

– ¿Qué ha venido usted a buscar aquí? – le preguntó.
– “He venido a buscar algo que dé sentido a mi vida… Quizá aquí encuentre algo que me haga ser más feliz, estar más satisfecho”.
Entonces el maestro, después de unos segundos en silencio, le dijo:
– De acuerdo, le propongo algo. Yo le permitiré hospedarse aquí el tiempo que necesite para conseguir el propósito de su viaje. Podrá participar en las labores del monasterio a cambio del asilo, conocer a quién desee y disfrutar de su tiempo libre como le complazca. Sólo pondré una condición.
– ¿Cuál maestro?
Cada día, debe escribir algo que crea que le ha acercado a aquello que busca, para asegurarnos de que vamos por el buen camino y, cuando lo crea conveniente, volveremos a reunirnos.

Así lo hizo. Cada día, antes de acostarse, escribía en una pequeña libreta todo lo que creía que le había dado algún sentido a su viaje.

Pasaron 6 meses hasta que volvió a reunirse con el gran maestro por última vez:

– Bien joven, ¿qué le ha hecho convocar esta reunión?
– Pues mire maestro… Llevo meses escribiendo todo lo que le ha dado sentido a mi viaje: gente a la que he conocido, aprendizajes que he tenido, cosas que he visto… El problema es que nada tiene ninguna coherencia. No puedo encontrar lo que he venido a buscar.

El maestro dudó unos segundos y respondió:

– Eso es grave amigo… Veamos, ¿qué tienen en común todas las cosas que ha escrito usted?
– Realmente nada.
– Sin embargo, todas tenían algún sentido en ese momento, ¿no es cierto?
– Sí. Pero nada que tenga que ver con mi vida.
– Y entonces, ¿con qué tenían que ver?
– Pues con lo que había en ese momento. Con lo que estaba experimentando.
– Ah, entiendo… Mientras ha estado presente, viviendo lo que había en el momento de forma plena, ha encontrado sentido. Pero eso no es lo que buscaba. ¿Entonces está usted buscando “algo que tenga que ver con su vida” fuera de su vida, fuera de este instante? Si ha venido a decirme que, después de tanto tiempo, no ha conseguido encontrarle el sentido a esa historia de vida, que ha fracasado tratando de sentir plenitud en otro momento que no es Ahora… sólo puedo darle la enhorabuena. ¡Ya sabe dónde *no* se encuentra la respuesta que busca! ¿Le resulta frustrante? Continúe el viaje, desde aquí o desde donde desee: no es importante, porque la única tierra que está explorando es Yo Ahora. Y le animo a que siga fracasando, porque el fracaso de su ego supondrá el despertar de su consciencia.

¿Continuamos el viaje? 🙂

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