Muchas veces me doy cuenta de que me levanto con algunas expectativas. Da igual que sea sobre personas queridas, compañeros de trabajo, alguien que me atiende en una tienda, con lo que espero que ocurra en alguna circunstancia concreta o conmigo misma y mis actuaciones.
Y me puse a pensar que cuando el sol sale cada mañana, no se queja y no le preocupa cómo estás tú. Él nace y da su esplendor a todos, sin percatarse de a quien le gusta que esté porque necesite su energía o al que le molesta porque prefiere las nubes o los días grises.
Cuando se asoman las estrellas de noche, o la luna en sus diferentes posiciones, tampoco se preguntan si conviene… Surgen y se dan para quien quieran disfrutarlo. Y si alguien no las ve o no las siente, a ellas les da igual. No resaltan más porque las disfrutes o menos porque te agobien y prefieras que sea de día, por ejemplo. No.
Si la luna o el sol están cubiertos por una nube, no les inquieta… Ambos siguen haciendo su función y la nube pasa…
Cuando las flores se abren cada mañana, no se enfadan porque el rocío las haya mojado o porque el sol las seque… No, ellas brotan llueva o haga frío.
Tanto si te gustan como si no… les da lo mismo, pues ellas siguen dando su fragancia y su belleza para todos, sin excepción.
La verdad es que para mí es un buen ejemplo para ser yo misma, sin importar lo que esperen de mí, tanto a los que me tratan bien como los que no lo hacen, tanto si esperan una u otra respuesta de mí y viceversa, para aceptar sin juzgar cómo son los demás y cómo actúan, esté o no de acuerdo con ellos.
No poner el foco en los demás es la respuesta, ya que solamente puedo hacer algo en este momento y en lo que me compete, sobre todo si lo hago desde el amor y el agradecimiento.
Y tú ¿cuándo te levantas por la mañana agradeces o te quejas?
