El otro día me encontré con una con antigua compañera de trabajo, ya jubilada, que me comentaba que estaba más agobiada que antes porque su hijo le hacía participe de todas sus situaciones problemáticas familiares.
En principio lo que le pedía eran favores sin tener en cuenta que, cuando una persona pide ayuda a otra, la respuesta del otro puede ser afirmativa o negativa, en función de sus circunstancias.
En esta ocasión, el hijo de mi amiga no solamente no agradecía ni valoraba la generosidad de su madre, sino que se enfadaba si ésta no solucionaba alguna de sus necesidades.
Muchas veces nos olvidamos de esto que está implícito en cada petición. Cuando le pedimos algo a otra persona, con la misma libertad que nosotros lo solicitamos, el otro la tiene a la hora de aceptarlo o rechazarlo.
Ir sin expectativas de lo que la otra persona decida nos ayudará a admitir su decisión y a darnos cuenta de que los favores son gratuitos, por lo cual el agradecimiento conlleva el corresponder de la misma manera cuando la otra persona necesite nuestra aportación y/o nos la pida.
Además, nos hará conscientes de que dar y recibir, al final, es lo mismo.
El altruismo de mi compañera con su hijo estaba malinterpretado por éste, al convertir una petición en una obligación.
Los favores, según mi opinión, tienen que salir del verbo querer en vez del verbo deber…
Y tú ¿quieres hacer ese favor o tienes que hacerlo?