El otro día me encontré con una compañera del trabajo, ya jubilada, y hablamos para quedar y tomar un café.
Ella me decía que no tenía tiempo para nada, le parecía que faltaban horas en el día y estaba agobiada por ese tema pues parecía que le cundía menos la jornada que cuando trabajaba.
Cuando se marchó me quedé pensando que me pasa lo mismo: hay épocas que las tengo super cubiertas de actividades y, sin embargo, en otras la vida fluye muy tranquilamente.
Realmente el tiempo de cada día es el mismo y somos nosotros los que lo gestionamos. Es nuestra organización la que provoca que esa sensación sea de más agobio o tranquilidad, pues tiene relación con lo que nosotros mismos elegimos.
Todos tenemos la misma cantidad de tiempo y depende de nuestras prioridades, urgencias y la gestión que hacemos de las mismas, que lo aprovechemos o no.
Recuerdo que hace bastantes años me enseñaron la Técnica de Eisenhower, en la que se dividen las prioridades en función de la urgencia y la importancia:
- Si algo era importante y urgente, había qué hacerlo de inmediato.
- Si algo era importante, pero no urgente se agendaba.
- Si algo era urgente, pero no importante, se delegaba en la persona más idónea para hacerlo.
- Y si algo no era ni urgente ni importante... ¡a la papelera!
La verdad es que es una técnica qué funciona.
Y tú ¿has probado a utilizarla?