El otro día chateaba con una amiga muy activa y emprendedora. La conversación derivó en que ella sentía que estaba en baja forma. Inmediatamente la llamé por teléfono. Al preguntarle qué le pasaba, me contestó que estaba cansada de tirar siempre el carro. Esa mañana su marido quería salir para hacer la rutina diaria y ella le había contestado que no le apetecía. Ante la negativa él se había preocupado, puesto que ella siempre estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que se le proponía.
Me sentí muy identificada porque el bajón que ella tenía estaba basado en haberse puesto en primer lugar. Había pensado en ella y eligió sus necesidades y, como era inusual, se había sentido mal.
Estoy segura de que esto nos pasa muchas veces a todos los que pensamos, por defecto, más en los demás que en nosotros mismos.
Y creo que está bien pensar en ti en primer lugar, teniendo en cuenta que se puede pensar en uno mismo sin dejar de lado a los demás. No hay que elegir entre estar bien yo o la otra persona, sino que se pueden aunar necesidades para ganar ambas partes.
Cuando yo me di cuenta de esto, de que elegirse a uno mismo para satisfacer nuestras propias necesidades nos fortalece, y, además, cuidándonos, podemos seguir cuidando. Uno no puede dar lo que no tiene. Para poder atender al otro es vital atenderte a ti mismo.
Un ejemplo clarificador es cuando dicen, en el avión, que si hay un problema de despresurización y llevas un bebé, te coloques tú primero la máscara y luego se la pongas a tu retoño.
Cuidar y cuidarse es importante en el mismo porcentaje, al menos. Recuerda que dar y recibir es fundamental.
Y tú ¿en qué lugar estás para ti?