Cómo salir airoso de un «Tenemos que Hablar»

“¡ALERTA!”, “¡PELIGRO!” … Estos son los mensajes que se disparan en nuestra cabeza cuando escuchamos un “tenemos que hablar” ¿La buena noticia? El éxito de la conversación sólo depende de 3 factores…¡Te los contamos!
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“¡ALERTA!”, “¡PELIGRO!” … Estos son los mensajes que se disparan en nuestra cabeza cuando escuchamos un “tenemos que hablar”. Y no son pocas las veces que nos enfrentamos a esta dichosa frase. ¿La buena noticia? El éxito de la conversación sólo depende de 3 factores…

Nuestra mente está preparada para anticiparse a las amenazas y así poder protegernos de ellas. Un “tenemos que hablar”, en el lenguaje de la mente, es lo mismo que decir: “prepárate”. Nuestro cuerpo se predispone para la batalla: entramos en un estado de activación corporal, se nos acelera la respiración, aumenta la frecuencia cardiaca, etc. Esto es lo mismo que haríamos si estuviésemos a punto de enfrentarnos a un oso.

Si dejamos que la mente se dispare, es muy poco probable que actuemos de forma inteligente.

¿Qué ocurre cuando nos dejamos llevar por ese bombardeo de pensamientos? Comenzamos a idear “estrategias”. La mente dedica mucho tiempo a pensar, a especular y a anticiparse a tooodas las alternativas. Ya vamos predispuestos hacia un determinado lado. Y, ¿qué sucede?

1. Lo que nos quería decir no tenía nada que ver
Es muy probable que lo que la otra persona quería decirnos no tenía nada que ver con eso que pensábamos o, en caso de que guardase relación, desde luego que la situación no se parece en nada a la que habíamos imaginado. Entonces, ¿qué? Nos quedamos en un “punto muerto”. Nuestros esquemas se han caído y toma las riendas la parte más primitiva de nuestro cerebro: el cerebro reptiliano. Si alguna vez has dicho algo de lo que luego te has arrepentido, algo que en realidad no piensas, pero que dijiste “en caliente”, eso es precisamente porque “en caliente” quien tiene el control es tu cerebro reptiliano.

2. La situación la hemos creado nosotros
En caso de que no te rompan los esquemas, lo más probable es que la situación que ha ocurrido la hayas creado tú: es el conocido Efecto Pigmalión.

Este efecto también se conoce como la “profecía autocumplida” y tiene que ver con cómo creamos las situaciones que nos llegan en función de nuestras expectativas. Por ejemplo, imagina que un chico entra en una tienda de lujo vestido de chándal. El dependiente de la tienda no piensa que le vaya a comprar nada y todo su empeño está en echarle del local. ¿Qué ocurrirá? El chico se irá, efectivamente, sin comprar nada por la mala atención del dependiente. Si, en lugar de ir vestido de chándal, hubiese ido con un traje de Armani, el dependiente le habría atendido bien y el desenlace habría sido diferente. El dependiente, en este caso, ha caído en la profecía autocumplida: no compra porque ha provocado que no compre creyendo que no iba a comprar. ¡Qué trabalenguas!

Lo mismo que le ocurrió al dependiente de la tienda es lo que nos ocurre a nosotros constantemente. Adoptar una postura “a la defensiva” puede provocar, de forma indirecta, que la persona con la que tratamos adopte una postura “al ataque” (agresiva). Y todo esto viene de las expectativas. Es decir, adaptamos la situación de manera involuntaria para confirmar nuestras expectativas. Si crees que alguien es un estúpido, quizá no se convierta en un verdadero estúpido, pero desde luego lo será contigo.

¿Cuáles son entonces las 3 claves para salir airoso?

1. Mente abierta, solución disponible

El preámbulo, en este caso, es crucial para el desenlace. Ir con la mente abierta puede suponer un cambio drástico. Al no tener expectativas, al no permitir que la mente se dispare, vamos dispuestos y no pre-dispuestos. Al no tener esquemas, no se podrán romper, y no le cederemos las riendas al cerebro reptiliano. Al mismo tiempo, al no tener esas expectativas, también evitamos crear la situación y caer en la profecía autocumplida. En resumen, estaremos mucho más receptivos y preparados para actuar.

¿Cómo acallar la mente? Utiliza la respiración.

Controlar la respiración es una forma estupenda de controlar la mente. Al acelerarse el pensamiento, también lo hace la respiración. Por eso, una buena forma de entrar por “la puerta de atrás” es aprender a controlar la respiración para pausar el pensamiento.

2. Evita encerrarte en tus pensamientos

¿Alguna vez tras un pequeño diálogo te has dado cuenta de que no has escuchado nada de lo que ha dicho la otra persona? Si la respuesta es “sí” significa que sabes lo que es estar secuestrado por los pensamientos.

Este es uno de los grandes obstáculos a la hora de entablar una buena relación con la gente que nos rodea: no prestamos la suficiente atención. La otra persona está dándote mucha información acerca de ella, de cómo se siente, de la situación y de lo que necesita. ¿Cómo puedes darle a alguien lo que necesita si no sabes lo que es? Aprender a recibir todas las señales es uno de los grandes pasos. Cuando practicas la escucha activa la otra persona percibe que estás prestándole toda tu atención, lo que también la pondrá en una buena disposición. Es un círculo más que vicioso, virtuoso.

3. Si buscas el aprendizaje, aprendes por dos

Ya hemos visto cómo actuar antes y durante esta charla tan importante. Pero, ¿cómo actuar después?

De todo tenemos algo que aprender. Y, si buscas el aprendizaje, descubrirás el sentido; porque todo lo que sucede, conviene, aunque muchas veces no nos demos cuenta. Esta conversación tan importante es una oportunidad para avanzar un poco más. No la dejes escapar; está en tu mano. ¡A por todas!

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