¿Eres consciente de los conjuros que utilizas cada día?

Que nuestra manera de pensar afecta a nuestra vida no es ningún secreto, pero ¿sabes cómo hacer para pensar en positivo? Descubre el poder de las palabras y, lo que es más importante, descubre lo que se esconde detrás de ellas.
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Abracadabra…” ¿Te acuerdas? Es la fórmula para comenzar un conjuro. Pero, ¿sabes qué?, no es necesario pronunciarla para que las palabras que utilizamos puedan convertirse en realidad, como por arte de magia.

Hablar suele ser algo espontáneo, natural, un proceso inconsciente. Generalmente, no nos paramos a pensar en lo que decimos. Las palabras pasan desapercibidas y, sin embargo, tienen mucho más poder del que nos imaginamos…

Cada una de nosotros tiene, igual que su propia forma de pensar, su propia forma de hablar, ¿no? Bien… Piensa ahora en alguien que para ti sea el prototipo de persona alegre y feliz: ¿cómo habla? Ahora, piensa en una persona que represente la tristeza o el enfado permanente: ¿cómo se expresa? ¿qué palabras utiliza? Seguramente hayas encontrado la estrecha relación que mantienen los pensamientos, las palabras y la percepción de la vida. La calidad de los pensamientos, además de determinar en gran medida nuestra calidad de vida, también va acorde con nuestro lenguaje. Y, ¿esto qué quiere decir? Que podemos cambiar el pensamiento y, por tanto, nuestra percepción de la vida, dirigiendo nuestro lenguaje.

El cerebro es muy plástico; es decir, muy moldeable. Cuando aprendemos algo, las neuronas crean sus propios caminos que se ven reforzados cada vez que lo repasamos. Por ejemplo, en la escuela, cuando nos enseñan la tabla de multiplicar, al principio nos cuesta mucho aplicarla. Poco a poco, conforme la repasamos una y otra vez, se va automatizando la operación. Llega un momento en el que decir que 2 x 2 es 4 es como decir que La Tierra es redonda o que yo soy un ser humano. ¿Qué es lo que ha pasado? Hemos ido reforzando una asociación entre dos neuronas que se creó la primera vez que memorizamos la ecuación.

Imagina ahora una situación muy diferente. De pequeño, escuchabas a la gente decir “¡Qué calor hace!” cuando salían a la calle en verano. ¿Alguna vez has repetido la coletilla incluso cuando todavía no habías llegado a sentirlo? De hecho, muchas veces no sentimos calor hasta que no se lo escuchamos a alguien. La temperatura no cambia, lo que cambia es nuestra atención hacia ella y el camino neuronal que se activa cuando pronunciamos o escuchamos una frase que ya hemos sobreaprendido.

No somos conscientes de la importancia que tiene esto en nuestras vidas… Imagina que, en lugar de ser el calor, fuese una profunda sensación de tristeza, estrés, ansiedad, desesperanza… Imagina el daño que nos hacemos cada vez que decimos “No tengo tiempo”, “Vaya problemón”, “No me da la vida”, “Qué mala suerte tengo”, o incluso algo tan aparentemente “tonto” como “¡Otra vez lunes!”. Muchas veces utilizamos este tipo de coletillas sin pensarlo, sin sentirlo realmente, simplemente porque las tenemos muy automatizadas. Pero eso no les resta eficacia. Cada frase que pronunciamos lleva delante un “Abracadabra”: “Abracadabra… No tengo tiempo”, “Abracadabra… Esto no se me da bien”, etc.

Precisamente porque muchas veces tenemos muy sobreaprendidas ciertas coletillas “indeseables”, resulta difícil cambiarlas. Pero, como en todo, lo primero es tomar consciencia de que están ahí, de cuáles son, para después poder redirigirlas hacia el lado que queremos.

1. Identifica tus coletillas

Practica el “pillarte” a ti misma diciendo alguna de estas coletillas (u otras similares) durante el día. No te juzgues (“¡Ya estoy diciéndolo otra vez!”); simplemente date cuenta de que aparecen. Al principio cuesta un poco, pero en pocos días… ¡no se te escapará una!

2. Identifica las situaciones que acompañan a tus coletillas

Toma consciencia de cuándo y cómo las dices. Da igual lo mucho que te “creas” la importancia de las palabras: es vital que la experimentes. Si comienzas a observar las situaciones en las que utilizas coletillas “negativas”, probablemente te des cuenta del impacto que han tenido (y tienen) en ese contexto en particular. Estamos viendo el resultado del “Abracadabra”.

3. Construye un nuevo camino que te lleve allá donde desees

Ahora que ya sabes que puedes hacer conjuros, ¡aprovéchate! Comienza a reflexionar acerca de aquello que quieres y adapta tu lenguaje a tus objetivos. Si tu propósito es comenzar a tener más tiempo, haz un conjuro para ello.

Para aumentar la eficacia de esas nuevas coletillas “deseables” es importante que cumplan, al menos, dos requisitos fundamentales:

  • Formúlalas en positivo. Por ejemplo: en vez de “no estoy estresada” prueba con “estoy serena y calmada”.
  • Como cualquier coletilla, debe ser corta. Por ejemplo: “estoy serena, calmada, tranquila y altamente capacitada para cumplir mis objetivos en los plazos que me interesan sin que me suponga un sacrificio a mí o a cualquiera que…”. Lo bueno, si breve, dos veces bueno 😉

No importa si al principio te parece muy “forzado” decir lo tranquila que te encuentras cuando estás llegando tarde a una cita importante. Te puedo asegurar que, al llegar, ya habrás labrado la mitad del camino para que ese encuentro salga de la mejor forma posible.

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