Ya estamos cerca de finalizar diciembre. Voy a dejar atrás un año lleno de muchas situaciones que he vivido. Unas más agradables que otras, inevitablemente, y, sin embargo, tanto unas como otras me han dejado una enseñanza clara que indica que la dirección a seguir, en mi camino hacia el próximo año, es fomentar la confianza y la paciencia.
Quiero dejar atrás, en este año, el malestar por no poder controlar lo incontrolable. Es decir, la vida.
Quiero dejar atrás todos los enfados evitables que están promovidos por absurdas expectativas, por malentendidos o por interpretaciones erróneas.
Quiero dejar atrás lo que no me lleva a la paz, todo aquello que promueve culpa, rencor o victimismo.
Quiero dejar atrás todas las sombras, extrayendo exclusivamente el aprendizaje que ellas me han servido en bandeja de plata.
Y al mismo tiempo, quiero atesorar, a buen recaudo, todo aquello que me ha dado luz.
Me llevo al próximo año las alegrías, los abrazos, todos los “te quiero”, todos los “estoy aquí”.
Bien cosidas a mis células vendrán conmigo, a inaugurar el próximo año, todas las vivencias de amor, de risas, de complicidad, de miradas en las que no hacen falta palabras, de permanencias en silencio, de saber que estás a pesar de la distancia…
Sí, este año quiero hacer limpieza…
Quiero quitar las telarañas a esas partes que han apagado a mi niña interior. Voy a envolverlas en un pañuelo blanco y dejarlas ir, agradeciendo el para qué aparecieron en mi vida y soltando el apego, desterrando lo que ya no necesito, lo que está obsoleto…
Enterrando todo lo que ya no hace brillar mi alma…
Y tú ¿también quieres hacer limpieza del alma?