Mis conversaciones conmigo 54. Camino de Santiago

El Camino de Santiago puede convertirse también en un viaje interior. Descúbrelo de la mano de Paloma
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No sé si habéis hecho alguna vez el Camino de Santiago. Siempre he sentido que es un viaje que tiene dos trayectorias: el rumbo exterior y el recorrido interior.

El camino exterior está inundado por un paisaje fantástico e irrepetible, en cualquiera de las estaciones que lo hagas, incluso si es en la misma temporada, porque dependiendo de si el día es soleado, con bruma, con lluvia… lo percibes de forma diferente.

La ruta exterior tiene que ver con nuestra parte física, con los sentidos, con las necesidades fisiológicas como el cansancio, la sed o el hambre, con sensaciones agradables como el gozo de ver y de sentir sus olores, sus sabores, sus vistas, el acariciar la hierba o abrazar un árbol…

La travesía interior está unida al desarrollo personal, sobre todo cuando haces tramos en silencio, descubriéndote, cosa que en la sociedad en la que vivimos es bastante inusual. Este camino particular muchas veces se manifiesta de forma sorprendente, sin que se haga nada especial para conseguirlo, simplemente dejando un espacio a estar contigo, permitiendo un tiempo de dedicación específico para vivir únicamente lo que estás haciendo en ese momento, estando plenamente presente, sin atiborrarlo de cosas banales.

El camino exterior tiene que ver con hacia dónde vamos, con un deseo de ir, de llegar a Santiago de Compostela, mientras que el camino interior está más unido a cómo lo hacemos.

Para mí Santiago es una ciudad mágica. Tanto cuando paseo por sus calles llenas de energía, de vida, de gente de todos los lugares del mundo colmada de buen ambiente, con buen rollo que se dice ahora, donde todos te desean “buen camino”, “ultreia”, en cualquier idioma, como cuando entro en la catedral, desde la primera vez que viajé siendo peregrina.

Esa ciudad me inunda de una fuerza que las palabras no son suficientes para explicarlas. Llegar a Santiago te hace ser caminante del mundo y te hermana con el resto de los que ahí deambulan.

Si concibiera un símil con la vida, vislumbro que sería fabulosos que todos nos sintiéramos uno, que todos tuviésemos la meta en el mismo lugar, haciendo el mismo recorrido, aunque de manera diferente…

y tú ¿has hecho ya tu peregrinaje?

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