El otro día fui a un taller relacionado con el estrés y una de las participantes comentó que ella no sabía cómo actuar con sus pensamientos pues estaba elucubrando constantemente y eso le llevaba a dejar de ilusionarse con la vida.
Realmente los pensamientos nos pueden llevar al cielo o al infierno sin control, ya que dependerá de la idea que rumiemos. Si ésta es positiva nos conducirá a rememorar tiempos alegres del pasado o de un futuro cercano y si son negativas nos acercarán a circunstancias adversas que nos han ocurrido o que, creemos, nos pueden pasar en breve. Realmente, salvo lo que estamos viviendo en cada momento, el resto se alberga en nuestra imaginación.
Como oí en alguna ocasión: “Lo pasado, sobre todo si es pesado, pisado” y el futuro es una quimera, pues es imposible saber lo que va a ocurrir.
Al final el tema no es lo que acontece realmente, sino lo que pensamos sobre lo que ocurre.
¿No te ha pasado alguna vez que, cuando sale un día precioso de sol, al comentarlo te responden “pues tendría que llover más, porque hay mucha contaminación o falta agua…” y si el día es lluvioso declaran “podría llover de noche que hoy quería hacer…”? Hay un refrán que no entendía de pequeña y ahora me parece relevante “Nunca llueve a gusto de todos”.
Muchas veces la forma de cambiar la percepción sobre una misma situación desagradable, es darnos cuenta de si nuestras ideas tildan de pesimistas o de optimistas. Si la mayoría las designamos con la primera opción, pasaremos horas amargas ante el mismo evento, regodeándonos en él e, incluso, dándonos la razón por las cosas penosas que nos acontecen, las injusticias o la mala suerte que nos rodea. Si nuestro pensamiento es esperanzador, habitará en el ahora y nuestro estado cambiará, aunque la circunstancia sea la misma.
Por eso, a lo que concluimos en el taller, el primer paso dependerá de ser conscientes del tipo de opinión al que estamos dando vueltas cuando nos sentimos mal. A partir de ahí buscar argumentos basados en todas las demás cosas agradables de nuestra vida, relativizar el pensamiento recurrente de lo que nos agobie y vivir en el presente nos llevará al camino para mejorar nuestra sensación.
Al final clausuramos con una meditación y salimos a nuestra rutina con otra ilusión diferente a la que portábamos cuando entramos a la charla.
Y tú ¿eres consciente del tipo de pensamientos que albergas habitualmente?