Una noche de estas pasadas fiestas quedé con una de mis amigas para celebrar la despedida del año. Como siempre, empezamos a hablar con soltura de nuestras circunstancias y comentábamos situaciones de antaño, cuando la vida parecía más sencilla. Ella me relataba que recordaba mucho esa época y que la echaba de menos.
Entonces surgió la comparativa con el presente y comenzamos a hacer similitudes de ambas épocas. Imposible. Eran tiempos radicalmente diferentes. En la anterior estábamos empezando la vida laboral y en la actualidad estamos poniendo el broche de oro.
Al darnos cuenta de esto llegamos a la conclusión de que estar enganchadas a un recuerdo es un error, tanto si es agradable como desagradable. Usarlo para aprender o rememorar puntualmente para mostrar nuestra experiencia a otra persona, por si le sirve en su situación, es correcto y, al mismo tiempo, evocar añoranzas de forma reiterativa, sólo ayudará a activar la adicción al pasado.
En ese momento fuimos conscientes de que cuando se evoca un recuerdo frecuentemente, en vez de vivir lo que nos toca en ese momento, obviamos el presente en favor de una quimera que no nos lleva a ninguna parte.
Lo mismo pasa cuando vivimos pensando lo que va a ocurrir en un futuro cercano o lejano… por muy inquietante o apetecible que sea la ilusión… no es más que eso, un anhelo que únicamente vive en nuestra mente.
Es magnífico planificar y organizarnos para realizar cualquier proyecto que nos cause bienestar, siempre que no nos pasemos la vida soñando, sin abrirnos a todas las oportunidades que nos presenta la vida en cada momento.
En ambas ocasiones dejamos de estar centradas en este momento que es real, único e irrepetible.
Al terminar nuestra conversación alzamos nuestras copas y brindamos por ese instante maravilloso y auténtico que estábamos disfrutando y decidimos olvidarnos de lo que ya no está o de lo que no ha llegado aún.
Y tú ¿te sueles enganchar a algún recuerdo o a algún sueño?
