Charlando el otro día con una amiga llegamos a la conclusión de que ambas seguíamos fabricando pensamientos casi constantemente… unas veces positivos y otras negativos.
Lo que teníamos claro es que la mente hace lo que sabe hacer, es decir pensar, y darles la validez o importancia que consideremos será lo que nos haga sufrir o vivir en paz. Las dos teníamos claro que estábamos en la última propuesta.
Y comentamos lo divertido que resultaba hacer un ejercicio que nos habíamos planteado en la anterior quedada.
El ejercicio en sí es bastante sencillo de aplicar, aunque no fácil de acordarte de hacerlo habitualmente. Se trata de observar lo que especulas, sin juzgarlo, como si fuera de otra persona y darte cuenta de que un pensamiento es solo una idea que puede ser o no acertada. Es más, en diferentes momentos de la vida, es fácil deliberar de forma diferente sobre el mismo tema.
Y preferimos enfocarnos en los bosquejos que nos ayudan en vez de hacerlo en los que nos hacen sufrir. No es que no haya circunstancias sombrías en nuestra vida y que todo sea satisfactorio, no, presuponer eso sería absurdo por nuestra parte.
Por eso, decidimos que lo que sí podíamos hacer es dejar de lidiar con esos conceptos perniciosos sobre una situación en concreto que nos hace padecer, bien procurando quitarles importancia o, si eso no es posible, dedicando un tiempo a lo largo del día de forma consciente, a ese asunto en concreto, para ver la importancia que realmente tiene o no y sus consecuencias.
Lo que sí nos quedó claro es que torturarse con pensamientos recurrentes, una y otra vez, no nos lleva a buen puerto, al contrario. Y recordamos que siempre podemos elegir cortar ese bucle que es algo que nadie más puede hacer en nuestro lugar.
Y tú ¿sigues haciéndote bola con tus pensamientos?