Llevo este año asistiendo a varios retiros que me han surgido de forma causal y la verdad es que, después de hacerlos con maravillosas personas, he sacado una fantástica conclusión de todos ellos: Somos peregrinos de la vida.
Soy peregrina del Camino de Santiago. Si lo has hecho en alguna ocasión te habrás dado cuenta de lo que implica. Cada uno hace ese recorrido con ritmos disparejos, con diferentes intereses, con distinta energía.
Unos empiezan por la mañana antes de amanecer, otros salen a media mañana, algunos por la tarde… A veces prefieres hacer la etapa del tirón, otras comes por el camino un bocadillo o un menú en algún lugar en el transcurso de la jornada. Unos van ligeros y en otros se advierte el agotamiento en sus ojos.
Eso sí, hay algo en común. Todos nos ayudamos porque sabemos que tenemos un mismo fin, un mismo objetivo. Significa que nadie es más que nadie, que todos somos iguales y al mismo tiempo diferentes…
Ahí es donde surge la magia cuando compartes un trecho del sendero, donde las enseñanzas de algunos se basan en sus experiencias, las de otros por sus estudios, a muchos les surge desde su imaginación o creatividad, algunos están en búsqueda constante y unos cuantos, a los que parece que esa sabiduría les viene de serie, les aparece de forma completamente innata, sin saber muy bien por qué… Realmente da igual… todos tenemos luces… todos somos luz.
Y esa luz se ve más cuando estás en el silencio, en la oscuridad, aunque en ocasiones brilla como el sol…
Y tú ¿sabes reconocer tus luces?