Antes de las navidades, le comentaba a un compañero de trabajo, ante algunas situaciones de alumnos en común que me tenían intranquila, que solemos ser críticos y duros con nosotros mismos. Empezamos desde la niñez con la exigencia de la competitividad tan instaurada en nuestro ambiente y solemos estar más pendientes de nuestros fallos que de nuestras cualidades. No nos damos cuenta de que cada uno de nosotros somos diferentes y todos tenemos algo que nos hace ser especial.
Me acordé entonces de un ejercicio de programación neuro lingüística, que aprendí hace muchos años y tenía olvidado, y reté a mi compañero a realizarlo en nuestras sesiones, en las que trabajamos con un pequeño número de alumnos, quedando emplazados a comentar resultados al cabo de un mes.
Para realizar el ejercicio era necesario hacerlo en parejas. Ambos participantes trabajarían de la misma forma y luego comentarían, con el resto de la clase, sus conclusiones.
El tema estaba en que, durante 3 minutos, uno de ellos iba a decir en alto todas las cosas que se acordase en las que había obtenido un éxito. No era necesario que fuesen grandes logros, podía ser, simplemente, haber dejado el asiento en el metro a una persona mayor, decir “lo siento” cuando había herido a alguien, sacar una buena nota, hacer reír a un amigo en un mal momento etc.
La persona que escuchaba tenía que ir apuntando todo lo que la primera comentaba y, al finalizar el tiempo, leérselo en voz alta. Después cambiarían los roles y debatirían sus impresiones.
Ni que decir tiene que el ejercicio fue un triunfo, ya que todos terminaron con un brillo en los ojos al darse cuenta de la cantidad de situaciones de su vida en las que habían conseguido sentirse bien.
Al comentar públicamente sus impresiones, nos dimos cuenta de que les costaba aceptar esa parte virtuosa de cada uno.
Por lo tanto, el siguiente ejercicio se basó en que dedicaran, de forma individual, unos minutos a recordar la persona que realmente son. Para ello la clave era hacer una lista de lo que considerasen que son sus diez mejores cualidades, por ejemplo, “soy divertido… buen amigo… espontáneo… bueno en un deporte, teatro, música…… comprensivo… leal…” Intentando expresar estas cualidades de la mejor manera posible.
Estoy segura que les ayudará, al menos, a sentirse mejor consigo mismo.
Y tú ¿te animas a realizar estos dos ejercicios y a compartirlos con alguien?