Acabo de hablar con una amiga que me comentaba un problema que se repite frecuentemente en su vida.
La situación cambia de escenario, aunque no de personajes… Es como el día de la marmota. Mi amiga sigue reaccionando de la misma manera y eso le conlleva sufrimiento y malestar.
Después de la conversación me di cuenta de que es algo que el ser humano hace de forma continua: ante una circunstancia dolorosa, o con la misma persona en diferentes contextos, volvemos a argumentar, una y otra vez, del mismo modo y eso no nos lleva a ninguna parte, al contrario, agranda el desasosiego y revierte a un pensamiento reiterativo del que nos cuesta salir.
Esa reacción, seguramente, nos sirvió la primera vez que la hicimos y volvemos a repetirla, aunque ya no funcione.
De lo que no nos damos cuenta es que podemos variar nuestra respuesta, si miramos la situación desde otro punto de vista.
Si yo cambio todo cambia y si yo me quedo estático da igual lo que pase alrededor que siempre lo miraré desde la misma posición.
La actitud, el desde dónde hacemos las cosas es más importante que las cosas en sí mismas. No es lo mismo hacer algo desde un concepto mental con ganas de tener razón, que desde el corazón con intención de solucionar o de estar en paz.
En programación neurolingüística hay un ejercicio que se llama «posiciones perceptivas» en el que te haces consciente de cómo cambia tu percepción sobre el asunto en función de dónde te sitúes. No es lo mismo verlo desde tu punto de vista, que desde el lugar de la otra persona o, incluso, como observador de las que están en conflicto.
Por eso cuando estemos viviendo alguno de estos desafíos, recordar que contemplarlo desde otra ubicación distinta puede darnos otra información, que cambiará nuestras sensaciones y nos ayudará a transformar esas emociones que nos quitan la paz.
Y tú ¿conoces esta técnica?
