El otro día, en una reunión de amigos, surgió un tema complicado entre dos personas implicadas en una conversación. Con las dos tengo una importante relación de amistad y quise mantenerme al margen situándome únicamente de observadora.
El asunto subió de nivel y empezaron a decirse lo que pensaba la una de la otra. La verdad es que fue una situación en la que prefiero pasar de puntillas o, mejor dicho, evitar si es posible.
Me hizo reflexionar cuando volvía a mi casa, después de que los ánimos se apaciguaran, contenta de que no llegara la sangre al río. Me di cuenta de que esto nos pasa a todos en mayor o menor grado. Decir lo que se piensa de una persona no describe a esa persona, simplemente es una opinión que tiene alguien, basándose en sus experiencias de vida, en sus valores, en sus creencias etc., sobre otra.
Es una percepción subjetiva que no implica cómo es el otro en general. Es únicamente una visión.
Por lo tanto, me dije, lo que yo pienso de ti, no eres tú y, al mismo tiempo, lo que tú piensas de mí, no soy yo.
Son sólo ideas, pensamientos, conceptos que cada uno tiene en su mente y que le da un significado u otro en función del sentimiento que le provocan.
Y entendí, un poco más, las diferencias en religión, política, costumbres etc. No hay mejor ni peor, no hay bueno ni malo… Para comprenderlo habría que haber estado en el lugar de la otra persona… y eso es complicado, aunque el respeto, la empatía y el dejar de juzgar al otro por mi rasero puede ayudar bastante.
Y tú ¿crees que lo que yo pienso de ti eres tú? ¿Y viceversa?
