El otro día me ocurrió una situación desagradable con un grupo de amigos. Una de las personas había comentado, sin estar yo, algo sobre mí que no era cierto.
Cuando me enteré, mi primera reacción fue de enfado pues me sentía traicionada. Posteriormente dejé pasar el tiempo para tranquilizarme y verlo desde otro prisma. Lo comenté con alguna amiga íntima y la cosa fue tomando forma. En ningún caso quería ser la causante de una discrepancia en el grupo y tampoco quería hacer daño a nadie.
Dejé que pasara mi malestar y que se sumergiera en las aguas de la lejanía y de la compasión.
Al final, una simple nota al grupo fue lo que me dio tranquilidad para seguir adelante sin mirar atrás. Nadie salió perjudicado, ni siquiera yo. Si hubiera dejado engordar mi ira, la cosa hubiera desembocado en un pantano de aguas negras, pues yo hubiera causado sufrimiento a varias personas queridas.
Como decía mi madre, es necesario contar hasta diez antes de actuar y a veces hasta cien, hasta mil, hasta un millón…
Responder en vez de reaccionar siempre es la mejor opción. Me alegro de haberme atendido, calmado y esperado porque esto me permitió tomar la distancia suficiente como para responder conscientemente sopesando las consecuencias.
Y tú ¿sueles contar hasta 10 o reaccionas en el número uno?