Cuando nos obsesionamos con alguien o con algo, no pensamos claramente. Damos vueltas y vueltas sobre el núcleo, o la periferia, del tema en cuestión y es complicado ver la situación con distancia, o desde otro ángulo, para sacar conclusiones diferentes.
Entonces seguimos insistiendo en repetir una y otra vez lo que recordamos de lo ocurrido, sin darnos cuenta de que, cada vez que lo pensamos o lo comentamos, añadimos emociones a lo sucedido, como si claváramos más profundo el problema.
De esta forma ampliamos el sufrimiento en vez de desdramatizar, salir del bucle espeso o ver otro horizonte diferente que nos ayude a vislumbrar la cantidad de posibilidades que existen para encontrar soluciones…
Y tú, ¿tienes muchos pensamientos en bucle?