En estos días me he dado cuenta de que muchas veces cuando se desequilibra mi exterior, me afecta mucho al interior.
Pasan cosas; te enfadas con alguien, discutes, no te salen las cosas como te gustaría… y da igual donde estés que todo se impregna de tu estado…
Otras veces es al revés. Estando todo lo de fuera perfecto, si interiormente no estoy bien, lo de afuera ayuda poco al equilibrio…
Entonces siento que estoy intentando curar mis heridas, desde fuera… Sin darme cuenta que es como si quisiera limpiarla en mi imagen del espejo.
Es entonces cuando me doy cuenta de que solo desde dentro puedo acceder a mi bienestar…
Si permito que lo de afuera me afecte, da igual que crea que estoy bien o mal internamente, sigo siendo vulnerable. Y del mismo modo sé que es imposible variar nada que no dependa exclusivamente de mí y de mi momento presente. No puedo cambiar la imagen del espejo desde el reflejo. Es necesario mirar dentro y sentir plenamente si quiero que mi reflejo varíe.
La transformación siempre está en el interior y precisa estar bien amarrada, bien segura… para que, con independencia de los vientos que toquen en esa travesía, el timón siga dirigiendo adecuadamente y la quilla no se rompa…
Y tú, ¿tienes el timón bien sujeto?
